martes, 10 de enero de 2017

AUTOESTIMA: El resultado de amarme a mí mismo

AUTOESTIMA: El resultado de amarme a mí mismo
Por: J. Rafael Olivieri (Agosto 2015)
“…somos el resultado de nuestras propias decisiones; somos lo que elegimos ser. Nuestras elecciones son determinadas por lo que pensamos acerca de nosotros mismos y de nuestras capacidades. Por lo tanto, somos el resultado de la evaluación que hayamos hecho sobre nosotros mismos” (Sra. Livingston, 1972, p.13)
            Lo he presentado varias veces, para mí, el secreto del proceso terapéutico es enseñarles a los pacientes a “amarse a sí mismos”. Pero, no vayan a creer que me la ‘estoy comiendo’ cuando lo afirmo. Dios fue el primero que lo propuso. Y, no solamente fue que lo dijo, sino que también lo presenta como un mandamiento, donde nos ordena que nos amemos a nosotros mismos. Será tan importante para Dios que nos amemos, que hasta donde yo sé, es el versículo que más veces se repite en toda la Biblia. Lo hace nueve (9) veces, ningún otro se repite tantas veces: Levíticos 19:18 y 19:34; Mateo 19:19 y 22:39; Marcos 12:31; Lucas 10:27; Romanos 13:9; Gálatas 5:14 y finalmente en Santiago 2:8. La esencia de cada uno de estos versículos es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Interesante y básico a la vez: ‘para amar al otro, tengo que empezar por amarme a mí mismo primero’. La máxima es igual de simple: ‘no puedo darle al otro lo que no tengo, no puedo enseñar al otro lo que no sé’. Y para mí, la base de una autoestima (POSITIVA), empieza y es el resultado de amarme a mí mismo. De allí el título del presente artículo.
            Bien, ya saben de dónde salió parte del contenido de lo que voy a desarrollar. Mientras que desde el punto de vista psicológico, la autoestima es un proceso valorativo, bastante complejo, que cada individuo hace de sí mismo. Requiere de un adecuado desarrollo de muchas de nuestras capacidades mentales y emocionales. De hecho, el niño no nace con autoestima, la misma se forma en la interrelación y en la evaluación ‘con/de/por/para’ sus figuras parentales. Revisa cómo te trataban tus figuras parentales y tendrás una idea de si debes o no estudiar este artículo. Es más, la autoestima puede variar a lo largo de nuestra vida, en función de las circunstancias que nos rodean y, de cómo nos vamos evaluando en cada una de nuestras experiencias emocionales. Por supuesto, el tema lleva desarrollándose desde que el Ser Humano se preguntó: ¿Cuán importante soy? Es decir: ¡nada nuevo! Hay miles y miles de libros y artículos del tema. Unos de la mano de ‘gigantes’ de la Psicología y la Psicoterapia, y otros de estudiantes de 3er año (muchos artículos interesantes de internet pero sin referencias). Por supuesto, como en la mayoría de mis artículos, no pretendo presentarme como el experto, sino muy por el contrario, dar mi visión personal del tema e, invitar a mis lectores a que les pique el ‘gusanito’ de la curiosidad y, puedan motivarse a investigar y ampliar más su conocimiento. Porque yo solamente pretendo aportar un ‘granito de arena’ de lo que es la inmensidad del proceso mental y emocional del Ser Humano. Por eso, antes de desarrollar el tema, permíteme responder a la pregunta: ¿Qué es la Autoestima?
Para García, V. “Es el sentimiento valorativo de nuestro ser, de nuestra manera de ser, de quienes somos nosotros, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad” (s/r). Es aprender a querernos, respetarnos, y muchas otras cosas más. Incluye todos los sentimientos y creencias que tengo acerca de mí mismo y afecta todo lo que hago en mi vida y en mis relaciones con los otros. Por su parte, dice Congost, S. “…es una experiencia subjetiva que nos condiciona a la hora de enfrentarnos a nuestro entorno. Y lo hace porque interfiere directamente en nuestra relación con las demás personas y con aquellos retos u objetivos que nos vayamos marcando” (s/f). Se desarrolla con las experiencias propias y las aprobaciones o rechazos de los demás. Especialmente y de manera indeleble, de las valoraciones que mis figuras parentales me hicieron sentir de mí mismo. Es la esencia de nuestra manera de percibirnos y valorarnos, como así también moldea nuestras vidas, porque la autoestima me dice cómo debo vivir mi vida en función de mi propia autovaloración. Determina si seré un triunfador o un fracasado en todos los roles de mi vida. Es esto y muchísimo más, altamente complejo y central en los proceso de decisión de mi vida. Además la autoestima incluye varios elementos, como son mi auto-concepto (qué creo de mí), mi autoimagen (cómo me veo a mí físicamente), mi autovaloración, (cómo me valoro a mí). Para mí: es mi capacidad de amarme a mí mismo sanamente y, de actuarlo en mi vida continuamente. Cierro el concepto con un fragmento, muy acorde con mi tema, de un poema atribuido a Charles Chaplin: “cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima” (s/r).
Por otra parte, uno de los problemas centrales atribuidos a la definición de la autoestima, es que no sabemos valorarnos a nosotros mismos o, a que somos muy negativos con nuestras propias valoraciones, pues por lo general, es el modelo que aprendimos de nuestras figuras parentales. Lamentablemente, la mayoría de ellos tienen el dañino hábito de hacerles comentarios descalificadores a sus hijos. Acostumbran a comunicarse con los niños a través de amenazas, críticas, insultos y las destructivas comparaciones con otros. Ellos piensan que esto estimulará a sus hijos a mejorar, cuando en realidad, lo que hacen es destruirles su autoestima. ¿Quién dijo que los niños entienden la psicología paradójica o inversa? La realidad es, que la mayoría de los niños reciben los comentarios de sus figuras parentales, como verdades absolutas, que son asimiladas por el niño sin cuestionamiento alguno, porque sencillamente, si mi papá o mi mamá lo dicen, tiene que ser verdad, porque ellos son los que (supuestamente) más me aman. Cada vez que una figura parental le dice a un niño ‘eres un bruto’, ‘no sirves para nada’ o cualquiera de esas frases negativas, que la mayoría de todos nosotros recordamos frecuentemente, lo único que aumenta es: la baja autoestima y la valoración negativa que el niño hace de sí mismo, porque la figura de autoridad, la figura de amor, así lo valoran. En consecuencia, en la mayoría de los casos, el niño actuará, según lo valoraron en su propia vida. En mi caso personal. Me tomó varios años de terapia y 4 títulos universitarios, poder quitarme dos de las frases favoritas que mi papá me decía, las pocas veces que me ‘ayudaba’ a estudiar o a hacer la tarea: “ tienes la cabeza para llevar pelos” o “tienes la cabeza para llevar aserrín”. ¿Qué te decían a ti?
Describir los orígenes de la formación de la autoestima, lo que da es tristeza y rabia cuando lo planteamos en blanco y negro. Empecemos por entender que, por razones obvias el niño es un “dependiente natural”. No se puede sustentar a sí mismo y está sometido a la voluntad y necesidades de sus figuras parentales. Los cuales escudados en el supuesto ‘amor’ que sienten por sus hijos, y particularmente, en su ‘querer lo mejor’ para sus hijos, terminan agrediéndolos y maltratándolos, más y peor, que a un desconocido. En mi caso personal, si me hubieran dado la posibilidad de elegir, hubiese preferido que mis padres me tratasen como a cualquier persona de afuera, en vez de como a su hijo. Ojo, que yo soy el primero que está de acuerdo con lo que dice Proverbios 3:12 “Pues el Señor corrige a los que ama, tal como un padre corrige al hijo que es su deleite” (NTV). Porque señores padres, una cosa es corregir con amor (sano), y otra muy distinta, es el maltrato y la agresión, del ‘amor enfermo’ que le dan a sus hijos en sus momentos de rabia e ira. Tengo cantidad de pacientes que me cuentan que, sus padres (papá, mamá o ambos) o cualquier otra figura parental, les decían “es por tu bien”, mientras lo golpeaban con correas, cables, mangueras, fuetes de arrear caballos, zapatos y prácticamente cualquier objeto que tuvieran al alcance. La que se lleva el premio, es una paciente que me dijo que, su mamá le pegaba con la tapa de la lavadora. ¿Qué tal? Dice Dyer, W.: “La imagen de tu hijo sobre sí mismo es el resultado directo del tipo de estímulos que recibe de ti cotidianamente” (s/r). Como para pensar: ¿Que me dieron mis padres y que les estoy dando a mis hijos?  
Lo anterior no quiere decir que, todo el que tiene una autoestima baja, fue porque le pegaron. Existen muchos a los que no le pegaron o, por lo menos no tanto, pero, lo que salió de la boca de sus padres, fue tal cantidad de podredumbre, que el contenido de un camión de basura (venezolano), se queda pequeño, frente a las barbaridades que muchos padres les dicen ‘por amor’ a sus hijos. Recordemos lo que nos dice Lucas 6:45 “El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca” (NVI) ¿Qué tenían tus padres y, qué tienes tú en tu corazón? Debido al modelo de dependencia del niño, este necesita ser valorado por sus figuras parentales. Por eso cualquier elemento positivo o negativo que estos le den al niño, él lo tomará para poder construir su propio criterio de valoración, es decir, su autoestima. Una práctica muy dañina y frecuente de las figuras parentales, es hacer procesos de comparación de los hijos con otros (tu hermano hace… tu primo dice… Fulanito tal cosa…), nos comparan con un ‘Fulanito’ al que por lo general terminamos odiando. Porque siempre es mejor, siempre está por encima en las comparaciones. El mensaje de fondo en dicha comparación, incluye, entre otras cosas: ‘no confío en ti’, ‘no vales’, ‘no lo haces bien’, ‘no sirves’… ¿Qué sentías tú cuando te comparaban? En este sentido, las primeras y más fundamentales bases de la autoestima las construyen los padres, con sus modelos, palabras, acciones y sentimientos hacia sus hijos. Lamentablemente, la gran mayoría de las veces el balance aritmético entre lo positivo y lo negativo, que le dan a sus hijos, termina siendo altamente negativo y destructivo para la autoestima del niño. Y sí estas son las bases, ¿te imaginas el edificio que construirá?
Ciertamente, el principal factor que influye en la formación de la autoestima, es la valoración que le dan los padres a sus hijos, pero no es el único factor. Muchas de nuestras valoraciones son culturales y sociales, son aprendidas no solamente de nuestra familia, sino de todo el medio ambiente que nos rodea. Lo cual incluye a los vecinos, escuela, amigos, entre otros. Muchas veces estos son más destructivos que los mismos padres, o terminan reforzando los aprendizajes ya recibidos. A cuantos, los compañeros de colegio, les han puestos calificativos peyorativos como “gordo, bajito, vara de puyar locos, nariz de papa, cochinito, cuatro ojos” entre otros muchos otros. Y ni que decir de los aspectos físicos de la autoimagen: tu pelo, ojos, boca, nariz, manos, orejas, piernas, tus partes genitales. ¿Qué te decían a ti? El problema es que, la gran mayoría de estas descalificaciones, queda resonando dentro de nosotros toda la vida, reforzando cada día más las valoraciones negativas que hacemos de nosotros mismos continuamente. Lo peor de ello, es que no tenemos la capacidad de defendernos, ni de mis padres ni de nadie, porque estamos más acostumbrados a recibir valoraciones negativas de nosotros que positivas. Y una vez que las creemos y las consideramos que son verdad, aprendemos igualmente, a solamente fijarnos y percibir continuamente lo negativo en vez de lo positivo. Como lo dice la “ley de economía de caricias”: “NO rechaces las caricias negativas de los otros” (Berne, Análisis Transaccional, s/r). Por otra parte, Goethe nos recuerda: “lo peor que puede ocurrir al hombre es llegar a pensar mal de sí mismo” (s/r). ¿Qué piensas tú de ti mismo? El planteamiento asociado a esto, no es lo que mis padres me hicieron, sino, peor aún, ¿Qué estoy haciendo yo todavía, que continuo valorándome negativamente a mí mismo en mi vida?
En el cuadro presentado hasta aquí, vemos al niño como la víctima. Y en cierta medida lo es. ¿Cómo defenderme de mis figuras parentales, cuando los necesito a ellos para vivir, para que me amen, para que me valoren y me enseñen a hacerlo conmigo mismo? Desde la perspectiva psicológica, el niño es responsable de sus propias decisiones emocionales, es él quién las decide. Por supuesto, como toda decisión, ésta se basa y se hace con la información que se tiene hasta el momento. Y sí mis figuras parentales me han dado solamente ‘información basura’, es indudable que mi decisión será equivalente a la basura recibida de ellos. Pero en fin, es mi decisión, no del otro. Esto es muy duro y difícil de aceptar, pero a su vez es la raíz del planteamiento de que, en toda relación, entre dos personas, la responsabilidad es 50% y 50%, no hay otra forma. Lo cual sustenta la base de mi filosofía: si yo me amo a mí mismo y me responsabilizo de mí, ¿Qué hago echándole la culpa al otro? Como para que lo pienses ¿no? La realidad es que hay personas que, con base en su autovaloración negativa, se castigan muy duramente, no se aman a sí mismas y, terminan lastimándose y menospreciándose constantemente, frente a los errores que cometen. Sencillamente han olvidado frases como “errar es de humanos”. Al no amarse no son capaces de perdonarse, ni de protegerse de sus propias autoagresiones, tanto físicas como verbales. Han perdido de vista una de las frase más usadas en el trabajo con la autoestima “TU ERES ÚNICO E IRREPETIBLE, NO EXISTE, NO HA EXISTIDO, NI EXISTIRÁ NADIE COMO TÚ”. De allí que muchos autores compartan la frase “No es bueno compararse con nadie, no eres ni mejor ni peor que nadie, simplemente eres diferente” (s/r). Por ejemplo: Carnegie, D. nos dice: “encuéntrate y sé tú mismo; recuerda que no hay nadie como tú” (s/r). Desde el punto de  vista del “amarme a mí mismo”, nadie es ni más ni menos que nadie, todos somos iguales. La verdad es que una de las bases de la dependencia emocional, se debe al hecho de que, una persona que no se valora a sí misma, se dedicará y, solamente creerá, que puede llenar su vacío con la valoración de otra persona. Lo interesante de esto, es que por lo general el otro está igual de vacío, de lo contrario, no se daría el proceso de dependencia. De dos carencias, no puedes sacar una llenura.
La verdad es que el niño no tiene forma de defenderse, sino que, por el contrario, necesita ser protegido, necesita amor incondicional y confianza en que se le ama por lo que es y por lo que hace. Está claro que todos sabemos las consecuencias de lo negativo que es definir una autoestima baja para mí mismo. Entonces, cuando lo que el niño recibe ‘en y de’  su ambiente es maltrato, lo culpabilizan, acusan, insultan, meten miedo, lo humillan, critican, desprecian, no le prestan atención, se burlan de él, lo descalifican, avergüenzan, le exigen cosas que no puede o no están dentro de sus capacidades, no le dejan tomar decisiones, lo comparan con otros, consideran que no sirve lo que hace porque no es perfecto,… Si todos lo están desvalorizando constantemente ¿Cómo pretenden que no decida una autoestima baja en semejantes condiciones valorativas?  Lo cierto es que, una baja autoestima garantiza, entre otras muchas cosas, sentir: angustia, dolor, indecisión, desánimo, pereza, vergüenza, tristeza, rencor, envidia, celos, depresiones, culpabilidad, miedos, pesimismo, impotencia, nos paraliza y nos lleva a renunciar, incapacidad, no valorar nada, no encontrar sentido a las cosas ni a la vida, egoísmo, inutilidad, sentirse poco importante, se queja de todo y no hace nada por remediarlo, frustrado, infeliz, rabioso, abandona los estudios, vida de pandillas, drogas, alcohol, prostitución, dependencias emocionales, ruptura e imposibilidad de una relación sana de pareja o de familia, maltrato a sus propios hijos… y pare de contar, porque no alcanzan las páginas para tantas consecuencias negativas de una autoestima baja. Para cambiar el enfoque hacia los positivo les dejo este pensamiento de G. Eliot: “Nunca es demasiado tarde para ser la persona que podrías haber sido” (s/r).
Vale ahora la pregunta: ¿Cómo hago para potenciar y lograr una autoestima positiva? Indudablemente, que la primera respuesta que te voy a dar es ‘Amate a ti mismo’. Pero, veamos algunos ingredientes de la receta de una autoestima positiva: Trata a cada uno de tus hijos como un ser humano único, diferente e irrepetible. Por ejemplo, en el salmo 139:14, David define algo asombroso: “¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien” (NTV). Lo que esto quiere decir es: ¡Yo soy una obra de Dios! ¡Yo soy MARAVILLOSO! Y si Dios te ha dado un hijo ¿Cómo no lo vas a considerar maravilloso? ¿Qué estás haciendo, contigo y con tus hijos? Además David pone el sello en la expresión “lo sé muy bien”. Otras cosas que puedes hacer son: Evitar comparaciones. Permitirles ser diferentes. Respetarlos. Permitirles tomar decisiones y que se hagan responsables de las mismas. Elogiarlos y animarlos. Reforzar y aprobar de ellos acciones positivas, comportamientos eficaces, esfuerzos seguidos de éxito para construir y sustentar la confianza en sí mismos. Hablarles y tratarles como si ya fueran verdaderos triunfadores, como si ya fueran lo que pueden llegar a ser. Confirmándoles que crees en ellos. Diciéndoles frases como: ‘Te aprecio hijo; yo creo en ti; sé que tú lo lograrás; estoy orgulloso de ti; yo sé que tú puedes hacerlo bien’ ¿Cómo te sentirías si tus padres te hubiesen tratado así? Para García, V. “Alguien con buena autoestima no necesita competir, no se compara, no envidia, no se justifica por todo lo que hace, no actúa como si pidiera perdón por existir, no cree que está molestando  o haciendo perder el tiempo a otros” (s/r).
La verdad es que, hasta que no empieces a creer en ti mismo no tendrás tu propia vida, porque mientras no lo hagas, estarás siguiendo las órdenes negativas de tus figuras parentales. De igual manera, de entre las muchas cosas que potencia una autoestima positiva se encuentran: Desarrollar nuestro potencial de triunfadores, fijar y cumplir metas, afrontar los problemas y resolverlos adecuadamente, asumir riesgos y salir triunfador, relacionarnos con otros sanamente, ser optimista, entusiasta, confiado, amistoso, independiente, tener un orgullo personal que se comparte con otros, ser responsable y asumir consecuencias, tener interés de relacionarse con los otros y compartir para el crecimiento mutuo, ser adaptable y flexible ante cualquier circunstancia de mi vida, proponer soluciones factibles y adecuadas, estar pendientes de los otros, compartir sus opiniones, ser asertivos,… Cuanto mayor sea la autoestima, mayor será la certeza de que merece la pena esforzarme por vivir mejor y ser feliz, porque cada nueva acción, cada nueva persona, tendrá garantizado el éxito y el bienestar emocional de saber que los has hecho bien. Ciertamente, la confianza en mí mismo me prepara para iniciar cosas nuevas y, lo más importante, salir triunfador en cada una de ellas. Porque el que se ama a sí mismo, se transforma en el director de su propia vida. Puedes creelo: ¡Todos somos parte de la creación de Dios; y todo lo que Dios creó es bueno y maravilloso!
            Finalmente, y sin ánimo de parecer repetitivo, todos los temas que involucran los procesos mentales y emocionales del Ser Humano, además de ser complejos (porque todos están integrados unos con otros), también levantan multitud de creencias contradictorias, ya que todos tenemos un poco de psicólogos. Particularmente en un tema como el de la autoestima, y más aún, cuando lo presento como ‘el resultado de amarme a mí mismo’. Creo que no hay paciente que no me haya preguntado ¿Cómo se hace eso de amarse a sí mismo? Bien, voy a dejar una promesa abierta: ¡se los respondo en otro artículo! Pero, para que no les quede el sabor amargo de tal respuesta, les voy a dar un abre boca con las indicaciones que da la Sra. Livingston, en su libro “Amate a ti mismo”. Estas son: Comprendete, Acéptate, Valórate, Respétate, Regocijate, Perdónate, Sé Paciente, Sé Honesto, No te desgates, No te perjudiques y, Vive por ti mismo. Por eso: te invito a que lo pongas en práctica, aprendas a amarte a ti mismo y verás que el resultado es una autoestima a prueba de todo y de todos.
            Mientras escribía este artículo me llegó el siguiente texto en un mensaje de Facebook (Psicología para niños y familia), se los copio para cerrar este artículo:
Ámate a ti mismo. Porque sólo cuandote amas a ti mismo, puedes verdaderamente amar a otra persona. Una buena manera de conseguir profundizar tu amor propio, es celebrando el amor de todas formas. Celebra el amor, por lo más pequeño y por lo más grande, por la persona en la calle o la persona a tu lado... no importa quién. Enamórate de todo y de todos. Celebra el amor, celebra el estar enamorado, entrégate al amor, no dejes que el miedo te lo impide.  Celebra la vida, celebra el amor. Te lo debes a ti mismo - y con ello crece tu amor propio, poco a poco, día tras día.
Referencias:
Una nota a las referencias: Una de las primeras cosas que aprendí en la UCV, mientras estudiaba Psicología, es respetar y valorar los derechos de autor, de cualquier texto utilizado para propósitos de referencia de lo que expongo, y así, no cometer plagio de las ideas de otros. Pero en el caso particular de este artículo, la mayoría de los materiales utilizados no tienen tal referencia, porque me han llegado de diferentes fuentes de internet, sin las respectivas referencias, por eso las expresiones (s/r), (s/f).
Congost, S. (s/f). Autoestima automática: cree en ti y alcanza tus metas, Ed. Planeta.
García, V. Autoestima. Artículo de Internet sin referencias
Sra. J. B. Livingston. (1972). Amate a ti mismo. Ed. Western Christian Foundation, inc. USA
Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA

Tomado de http://jrafaelapoyopsike.blogspot.com/2015/08/autoestima-el-resultado-de-amarme-mi.html en 10 de enero de 2017.

No hay comentarios:

Publicar un comentario