jueves, 19 de enero de 2017

  • Martes, 15 de Noviembre de 2016 a las 7:06 a.m.
Tras las acciones de los "socialistas", acá la infidelidad a los principios no la ejerce Lilian Tintori, sino los militantes del PSUV. Además, la infidelidad se convirtió en un método

“El poder como la mujer es obtenido donjuanísticamente:
por la violencia o el engaño.
La mujer, como el poder, es sujeto de una dominación patriarcal:
personalista, déspota, e ilimitada”.
Luis Britto García (1)

Una de las campañas sucias de la política venezolana en la actualidad consiste en (burlarse y) adivinar la paternidad de un supuesto embarazo de Lilian Tintori, la esposa del líder opositor preso Leopoldo López. Y si acaso todavía más retrogrado, condenarla porque abortaría.
La “maniobra” en contra de esta mujer, que representa los intereses de su marido (intereses de la derecha en Venezuela y Latinoamérica) entra como anillo al dedo de una “izquierda” pacata que enarbola la familia nuclear como bandera, que hace uso de la población sexogénero diversa con fines electoreros (de los que -cuando tiene el micrófono- se mofa), y luego el cuerpo de la mujer como propiedad del Estado, una campaña conservadora y ofensiva para las y los feministas de izquierda.
¿Acaso, no hay mejor argumento para mantener en la cárcel a Leopoldo López, que la supuesta infidelidad de una mujer que se camina el mundo presionando por la liberación de su marido? ¿O, acaso con este tipo de falacias creen socavar la “moralidad” de una familia determinada (social y económicamente) a ocupar como su casa a Miraflores?
Decía Nietzsche que “cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”. ¿Quién puede decir que una no se convierte en el enemigo si actúa como el enemigo?
El machismo criollo pone en duda la sexualidad de un “sospechosamente demasiado soltero” candidato a la presidencia Henrique Capriles Radonski (quien contribuye con el bochinche prometiendo casamiento a cambio de votos), porque en Venezuela el poder está asociado a la potencia sexual, heteronormativa además (por eso cualquier cambio en su peso, o en las formas de su piel, lo diagnostican inmediatamente con SIDA, asociándolo a su homosexualidad).
Lo mismo disminuye a López al “donar” la vagina de su esposa a todo macho en libertad. Pone en la diana de piernas abiertas a la mujer del antagonista (porque al villano ya lo tiene tras las rejas). Entonces, Diosdado le haría el “favor” a Lilian, mientras en la cárcel a Leopoldo se le “cae el jabón”: el superhombre, versus la “mariquita”.
El rechazo a la feminidad, a los rasgos femeninos en un hombre, tiene que ver con el repudio a una debilidad asociada a la supuesta naturaleza de la mujer, nacida para obedecer, según un principio aristotélico en Política.
Acusar a Lilian de serle infiel a su marido pretende descolocar a uno de los líderes de la oposición radical contra el gobierno. Lo remite a la posición del cornudo, el poco hombre, el apocado. Ergo le faltaría hombría para liderar y gobernar. Si el machismo criollo tiene que hacer mierda los principios de la ideología que dicen practicar (el socialismo del siglo XXI) para mantenerse en el poder, se llevan por delante mujer, principios, y la ideología misma, entonces los infieles son sus militantes.
Esto, como sino fuera suficiente el prontuario de López para mantenerlo tras las rejas. Como si los poderes públicos carecieran de argumentos para sostener la decisión de hacer justicia respecto al destino de este criminal (2) ¿Esa falta de argumentos no sería contraproducente para que la libertad del personaje se haga factible? ¿A quién le conviene la superficialidad de la contraofensiva “revolucionaria”?
Carlos Andrés Pérez, una vez lo explicó así: “Aquí hay dos grandes temas para acusar y destruir a un hombre: el homosexualismo y la corrupción, lo primero me lo quitaron porque todo el mundo se dedicó a decir que yo era un don Juan. Entonces me acusaron de corrupto ”. Antes que la honestidad, la “probidad” sexual.
A Rómulo Betancourt se le recuerda por querer escaparse de la “fragua” diaria en las conversaciones ligeras de las mujeres. Escaparse en “las cosas sin importancia” que discutían las mujeres era el signo patriarcal de la época para decir que las mujeres fuimos (y según la agenda, seguimos siendo) la vía de escape, la almohada donde recostar el poder, la mano sobre el hombro en la foto, el bailecito en la sala para liberar las tensiones. Querer disminuir la lucha de Lilian (lucha con la que no estamos de acuerdo), como disminuyeron el carácter de Cilia.
Que le cambiaran el nombre de Primera dama a Cilia Flores al de Primera combatiente no supuso un cambio de paradigma en el triste papel al que la historia condena a las mujeres de los presidentes en Venezuela y el mundo: el de receptáculo para los hijos (ejemplo para la familia), y la organizadora de las dádivas en Instituciones de caridad. Pero en una abogada que estuvo al frente de tantas batallas y que ahora queda relegada a la sacrosanta imagen de esposa abnegada, y al silencio ése de ser la “gran mujer detrás de un gran hombre” (a la sombra), es un paso atrás para la construcción de la imagen de la mujer revolucionaria en Venezuela.
Después de todo, Lilian hace su trabajo y lo hace bien, estemos de acuerdo o no en los motivos de su acción política (Desmond Tutu y la hija de Salvador Allende se cuentan entre sus conquistas a favor de López). Es decir, ella representa lo que la historia dice que debe ser una mujer: la que lucha para que el hombre, su hombre, tenga el poder. Pero, y qué hace Cilia.
Marcela Lagarde lo diría así: “La condición de cuidadoras gratifica a las mujeres afectivas y simbólicamente en un mundo gobernado por el dinero y la valoración económica del trabajo y por el poder político. Dinero, valor y poder son conculcados a las cuidadoras. Los poderes del cuidado, conceptualizados en conjunto como maternazgo, por estar asociados a la maternidad, no sirven a las mujeres para su desarrollo individual y moderno y tampoco pueden ser trasladados del ámbito familiar y doméstico al ámbito del poder político institucional” (3). Es decir: ser primera dama, primera combatiente no hace mojón (me perdonan lo prosaica).
En definitiva, tras las acciones de los "socialistas", acá la infidelidad a los principios no la ejerce Lilian. (Véase además: Asociaciones del Gobierno revolucionario con Gold Reserve, Monsanto, Nestlé, etc.). La infidelidad entonces se convirtió en un método.

Amplíe:
(1) Britto L. (2011). La máscara del poder. Caracas: Correo del Orinoco. P: 129.
(2) “Leopoldo López es un político venezolano de ultraderecha, exalcalde y exprecandidato presidencial, inhabilitado por hechos de corrupción, vinculado a instituciones financiadas por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, responsable de acciones desestabilizadoras. Aliado del expresidente colombiano Álvaro Uribe y el autor intelectual de acciones violentas en el país que han dejado decenas de muertos”. Más en: http://www.telesurtv.net/news/Leopoldo-Lopez-Agent...
(3) Cita tomada de la editorial de Las Comadres Púrpuras: Cilia en familia https://www.aporrea.org/ddhh/a235206.html
Lee también en Gastronauta: Caraotas para Alí | Enramar | Malcogidos | Gitana |
Tomado de http://contrapunto.com/noticia/infidelidad-108747/ en 19 de enero de 2017.

miércoles, 11 de enero de 2017

El mito del Caribe y las “mamis ardientes”


T. no es de Venezuela. Vino a pasar unos meses. Ya a punto de irse me cuenta que se queda con cierto hastío respecto a la forma en cómo las mujeres venezolanas se relacionan: “Esperan ser cortejadas, como si los hombres debiéramos ganarnos cualquier atención que ellas nos den. Eso hace complicado lograr un encuentro sexual casual. Al principio se muestran arrojadas, tienen acercamientos físicos hasta osados, pero cuando uno quiere ir más allá se retractan o todo se complica. Terminan siendo más conservadoras que las mujeres no caribeñas”.
Hace un par de años, en la lectura del veredicto de un concurso venezolano de narrativa erótica, una muchacha del público pidió el derecho de palabra para hablar sobre la hipocresía de una sociedad venezolana que se jacta de sus libertades sexuales caribeñas pero que en su mayoría termina siendo bastante pacata.
Un par de entrevistados que han vivido en Venezuela varios años se “quejan” de lo mismo: “Está esa premisa de la sangre y el cuerpo caliente del ser caribeño. Las mujeres actúan con provocación a veces, como si no se complicaran por lo sexual, pero después de que sucede esperan más, o se lo toman todo a pecho y quieren que algo superficial se vuelva más serio”.

Ninfómanas y vírgenes. No hay términos medios


¿De dónde provienen los estereotipos de las mujeres caribeñas y su “libertad sexual”? ¿A qué se deben estas construcciones culturales y raciales del género? ¿Desde dónde se mantiene la idea de la “mami negra”, la “latina ardiente” y su contraparte criticada, la “virgen abnegada” o “dulce María”? Yosjuan Piña Narváez (“erchxs”), activista que ha investigado sobre los procesos de opresión y colonización de los cuerpos y disidencias sexuales, explica: “Todo pasa por la construcción de estxs cuerpxs otrxs bajo la mirada blanca durante el proceso colonial. Es decir, nosotrxs, cuerpxs disidentes, negrxs, indixs, etnoracializadxs, fuimos construidos primero desde la animalidad, luego desde lo ‘extraño’ lo ‘raro’, lo exótico. Mientras que el centro de la ‘normalidad’, de las ‘corporalidades’, es el cuerpo blanco, norte-europeo, delgado, joven o juvenilizado y sin diversidad funcional que lo aleje del plano de la ‘normalidad’”. Piña Narváez señala que los cuerpos caribeños (“cuerpos otros”), formaron/forman parte del deseo de los cuerpos hegemónicos “quienes se encargaron de apropiar, intervenir, violar, erotizar ‘lo extraño’, exotizar lo ‘raro’. Ero-exotizarnos a lxs cuerpxs racializadxs como cuerpxs consumibles, devorables, extraíbles, intercambiables.” Esta “exotización” no se limitó a la mirada blanca/europea, se extendió por toda América Latina, creando la imagen de una población caribeña hipersexual, de tropicals bombshells (bombas tropicales sexuales). Caló en los imaginarios de las propias identidades del Caribe, que se manejan entre la dicotomía de seguir imitando los estereotipos coloniales impuestos como caribeñas picantes o como santas Marías.
Justamente entre los argumentos manifestados al principio de este texto se resalta la incomodidad del comportamiento de las mujeres entre el binarismo de la “latina hot” y la “dama católica”. Desde estos estereotipos se culpa y señalan las formas en que las mujeres caribeñas asumen su sexualidad. Carolina Serrano-Barquín y Patricia Zarza-Delgado, en su trabajo El erotismo como consumo cultural que evidencia violencia simbólica, plantean: “En el imaginario masculino de dominación surgieron dos míticos personajes femeninos: una, la voluptuosa, seductora y ninfómana, o la otra; la casta, fiel y sumisa virgen que sólo sirve para la procreación, mientras que el imaginario de lo femenino está plagado de historias que demuestran la peligrosidad de ese animal incontenible que ha representado la mujer, ya sea demoníaca o virtuosa, a lo largo de la historia y que, según esta tradición, a las mujeres hay que encerrarlas, esconderlas, atosigar con prejuicios, ascos y pudores; extrañarlas de sus cuerpos”.

No siempre tengo las piernas abiertas. No siempre quiero solo sexo


A la vez hay un elemento a tomar en cuenta: “Si bien la sensualidad está muy ligada a la seducción, no necesariamente implica una práctica sexual”, explican las autoras. Esta aclaratoria es pertinente cuando se asumen las manifestaciones corporales de las mujeres, y sus expresiones de deseo, como una inmediata invitación al sexo. Cuando la mujer aclara y se niega a acceder a un acto más íntimo es señalada como “calientona”, pacata, no se reconoce su derecho a negarse, ni su construcción y manifestación del deseo. Y si accede pero manifiesta la pretensión de profundizar en otro tipo de relación más continua, es tildada de enrollada, complicada. Queda sujeta al rechazo de un policía moral, comenta Piña Narváez: “Este policía moral te dice que no eres lo suficientemente progre y liberal, y que yo, hombre, soy quien te va a decir cómo vas a hacer la revolución sexual, el que trae el patrón de la liberación sexual, la franquicia colonizadora de la sexualidad que nosotras, sudakas, debemos acatar porque somos mojigatas”.
Antonia Domínguez Miguela en la investigación Esa imagen que en mi espejo se detiene: la herencia femenina en la narrativa de latinas en EE.UU, habla de valores culturales, modelos y roles asfixiantes y difíciles de combatir debido a su larga permanencia, y que ejercen presión sobre los comportamientos de la mujer dentro de la cultura latina: “Son creados por el sistema patriarcal para controlar el comportamiento social y familiar de la mujer que es automáticamente condenada al ostracismo y rechazo general si no sigue los modelos clasificados como positivos y deseables por la comunidad patriarcal”. Es el deber de demostrar que efectivamente tenemos un deseo sexual a flor de piel, pero la obligación de comportarnos con decoro: caliente pero no puta.

Luchar por tumbar el mito


El desconocimiento de la cultura caribeña, la xenofobia y el racismo refuerzan los prejuicios sobre los cuerpos y deseos, y perpetúan la dominación y colonización. Hay que soltar las nociones de un Caribe/ paraíso tropical para el turismo sexual, y de caribeñas que no saben lo que quieren pero deberían ceder a sus “instintos naturales” que supuestamente las diferencian de las anglosajonas. Estas lecturas llevan a bordes peligrosos: “Lxs cuerpxs negrxs, indios son aún la base para la extracción de capital monetario, simbólico, capital afectivo en la economía de cuidados y en la economía de los placeres y deseos: en la dimensión de los deseos se junta con el imaginario esa imagen de las feminidades afrolatinas, caribeñas, como cuerpos hipersexualizados reggaetoneras, salseras, bachateras. Mujer negra con frutas en la cabeza, “sexy”, a quienes se le demanda hipersensualidad”, comenta Piña Narváez.
Nuestras posibilidades están en identificar estas imposiciones culturales, no seguir perpetuando estos mitos, no seguir interiorizando las ideas de mujeres putas, santas, buenas y malas, que no solo favorecen la dominación de nuestras sexualidades, sino que según expone Domínguez Miguela: “favorecen el enfrentamiento de mujeres de diferentes generaciones, contribuyendo decisivamente a la distorsión de las relaciones femeninas más fuertes”.
 
KC

Tomado de https://www.vtactual.com/es/el-mito-del-caribe-y-las-mamis-ardientes/ en 11 de enero de 2017.

martes, 10 de enero de 2017

AUTOESTIMA: El resultado de amarme a mí mismo

AUTOESTIMA: El resultado de amarme a mí mismo
Por: J. Rafael Olivieri (Agosto 2015)
“…somos el resultado de nuestras propias decisiones; somos lo que elegimos ser. Nuestras elecciones son determinadas por lo que pensamos acerca de nosotros mismos y de nuestras capacidades. Por lo tanto, somos el resultado de la evaluación que hayamos hecho sobre nosotros mismos” (Sra. Livingston, 1972, p.13)
            Lo he presentado varias veces, para mí, el secreto del proceso terapéutico es enseñarles a los pacientes a “amarse a sí mismos”. Pero, no vayan a creer que me la ‘estoy comiendo’ cuando lo afirmo. Dios fue el primero que lo propuso. Y, no solamente fue que lo dijo, sino que también lo presenta como un mandamiento, donde nos ordena que nos amemos a nosotros mismos. Será tan importante para Dios que nos amemos, que hasta donde yo sé, es el versículo que más veces se repite en toda la Biblia. Lo hace nueve (9) veces, ningún otro se repite tantas veces: Levíticos 19:18 y 19:34; Mateo 19:19 y 22:39; Marcos 12:31; Lucas 10:27; Romanos 13:9; Gálatas 5:14 y finalmente en Santiago 2:8. La esencia de cada uno de estos versículos es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Interesante y básico a la vez: ‘para amar al otro, tengo que empezar por amarme a mí mismo primero’. La máxima es igual de simple: ‘no puedo darle al otro lo que no tengo, no puedo enseñar al otro lo que no sé’. Y para mí, la base de una autoestima (POSITIVA), empieza y es el resultado de amarme a mí mismo. De allí el título del presente artículo.
            Bien, ya saben de dónde salió parte del contenido de lo que voy a desarrollar. Mientras que desde el punto de vista psicológico, la autoestima es un proceso valorativo, bastante complejo, que cada individuo hace de sí mismo. Requiere de un adecuado desarrollo de muchas de nuestras capacidades mentales y emocionales. De hecho, el niño no nace con autoestima, la misma se forma en la interrelación y en la evaluación ‘con/de/por/para’ sus figuras parentales. Revisa cómo te trataban tus figuras parentales y tendrás una idea de si debes o no estudiar este artículo. Es más, la autoestima puede variar a lo largo de nuestra vida, en función de las circunstancias que nos rodean y, de cómo nos vamos evaluando en cada una de nuestras experiencias emocionales. Por supuesto, el tema lleva desarrollándose desde que el Ser Humano se preguntó: ¿Cuán importante soy? Es decir: ¡nada nuevo! Hay miles y miles de libros y artículos del tema. Unos de la mano de ‘gigantes’ de la Psicología y la Psicoterapia, y otros de estudiantes de 3er año (muchos artículos interesantes de internet pero sin referencias). Por supuesto, como en la mayoría de mis artículos, no pretendo presentarme como el experto, sino muy por el contrario, dar mi visión personal del tema e, invitar a mis lectores a que les pique el ‘gusanito’ de la curiosidad y, puedan motivarse a investigar y ampliar más su conocimiento. Porque yo solamente pretendo aportar un ‘granito de arena’ de lo que es la inmensidad del proceso mental y emocional del Ser Humano. Por eso, antes de desarrollar el tema, permíteme responder a la pregunta: ¿Qué es la Autoestima?
Para García, V. “Es el sentimiento valorativo de nuestro ser, de nuestra manera de ser, de quienes somos nosotros, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad” (s/r). Es aprender a querernos, respetarnos, y muchas otras cosas más. Incluye todos los sentimientos y creencias que tengo acerca de mí mismo y afecta todo lo que hago en mi vida y en mis relaciones con los otros. Por su parte, dice Congost, S. “…es una experiencia subjetiva que nos condiciona a la hora de enfrentarnos a nuestro entorno. Y lo hace porque interfiere directamente en nuestra relación con las demás personas y con aquellos retos u objetivos que nos vayamos marcando” (s/f). Se desarrolla con las experiencias propias y las aprobaciones o rechazos de los demás. Especialmente y de manera indeleble, de las valoraciones que mis figuras parentales me hicieron sentir de mí mismo. Es la esencia de nuestra manera de percibirnos y valorarnos, como así también moldea nuestras vidas, porque la autoestima me dice cómo debo vivir mi vida en función de mi propia autovaloración. Determina si seré un triunfador o un fracasado en todos los roles de mi vida. Es esto y muchísimo más, altamente complejo y central en los proceso de decisión de mi vida. Además la autoestima incluye varios elementos, como son mi auto-concepto (qué creo de mí), mi autoimagen (cómo me veo a mí físicamente), mi autovaloración, (cómo me valoro a mí). Para mí: es mi capacidad de amarme a mí mismo sanamente y, de actuarlo en mi vida continuamente. Cierro el concepto con un fragmento, muy acorde con mi tema, de un poema atribuido a Charles Chaplin: “cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima” (s/r).
Por otra parte, uno de los problemas centrales atribuidos a la definición de la autoestima, es que no sabemos valorarnos a nosotros mismos o, a que somos muy negativos con nuestras propias valoraciones, pues por lo general, es el modelo que aprendimos de nuestras figuras parentales. Lamentablemente, la mayoría de ellos tienen el dañino hábito de hacerles comentarios descalificadores a sus hijos. Acostumbran a comunicarse con los niños a través de amenazas, críticas, insultos y las destructivas comparaciones con otros. Ellos piensan que esto estimulará a sus hijos a mejorar, cuando en realidad, lo que hacen es destruirles su autoestima. ¿Quién dijo que los niños entienden la psicología paradójica o inversa? La realidad es, que la mayoría de los niños reciben los comentarios de sus figuras parentales, como verdades absolutas, que son asimiladas por el niño sin cuestionamiento alguno, porque sencillamente, si mi papá o mi mamá lo dicen, tiene que ser verdad, porque ellos son los que (supuestamente) más me aman. Cada vez que una figura parental le dice a un niño ‘eres un bruto’, ‘no sirves para nada’ o cualquiera de esas frases negativas, que la mayoría de todos nosotros recordamos frecuentemente, lo único que aumenta es: la baja autoestima y la valoración negativa que el niño hace de sí mismo, porque la figura de autoridad, la figura de amor, así lo valoran. En consecuencia, en la mayoría de los casos, el niño actuará, según lo valoraron en su propia vida. En mi caso personal. Me tomó varios años de terapia y 4 títulos universitarios, poder quitarme dos de las frases favoritas que mi papá me decía, las pocas veces que me ‘ayudaba’ a estudiar o a hacer la tarea: “ tienes la cabeza para llevar pelos” o “tienes la cabeza para llevar aserrín”. ¿Qué te decían a ti?
Describir los orígenes de la formación de la autoestima, lo que da es tristeza y rabia cuando lo planteamos en blanco y negro. Empecemos por entender que, por razones obvias el niño es un “dependiente natural”. No se puede sustentar a sí mismo y está sometido a la voluntad y necesidades de sus figuras parentales. Los cuales escudados en el supuesto ‘amor’ que sienten por sus hijos, y particularmente, en su ‘querer lo mejor’ para sus hijos, terminan agrediéndolos y maltratándolos, más y peor, que a un desconocido. En mi caso personal, si me hubieran dado la posibilidad de elegir, hubiese preferido que mis padres me tratasen como a cualquier persona de afuera, en vez de como a su hijo. Ojo, que yo soy el primero que está de acuerdo con lo que dice Proverbios 3:12 “Pues el Señor corrige a los que ama, tal como un padre corrige al hijo que es su deleite” (NTV). Porque señores padres, una cosa es corregir con amor (sano), y otra muy distinta, es el maltrato y la agresión, del ‘amor enfermo’ que le dan a sus hijos en sus momentos de rabia e ira. Tengo cantidad de pacientes que me cuentan que, sus padres (papá, mamá o ambos) o cualquier otra figura parental, les decían “es por tu bien”, mientras lo golpeaban con correas, cables, mangueras, fuetes de arrear caballos, zapatos y prácticamente cualquier objeto que tuvieran al alcance. La que se lleva el premio, es una paciente que me dijo que, su mamá le pegaba con la tapa de la lavadora. ¿Qué tal? Dice Dyer, W.: “La imagen de tu hijo sobre sí mismo es el resultado directo del tipo de estímulos que recibe de ti cotidianamente” (s/r). Como para pensar: ¿Que me dieron mis padres y que les estoy dando a mis hijos?  
Lo anterior no quiere decir que, todo el que tiene una autoestima baja, fue porque le pegaron. Existen muchos a los que no le pegaron o, por lo menos no tanto, pero, lo que salió de la boca de sus padres, fue tal cantidad de podredumbre, que el contenido de un camión de basura (venezolano), se queda pequeño, frente a las barbaridades que muchos padres les dicen ‘por amor’ a sus hijos. Recordemos lo que nos dice Lucas 6:45 “El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca” (NVI) ¿Qué tenían tus padres y, qué tienes tú en tu corazón? Debido al modelo de dependencia del niño, este necesita ser valorado por sus figuras parentales. Por eso cualquier elemento positivo o negativo que estos le den al niño, él lo tomará para poder construir su propio criterio de valoración, es decir, su autoestima. Una práctica muy dañina y frecuente de las figuras parentales, es hacer procesos de comparación de los hijos con otros (tu hermano hace… tu primo dice… Fulanito tal cosa…), nos comparan con un ‘Fulanito’ al que por lo general terminamos odiando. Porque siempre es mejor, siempre está por encima en las comparaciones. El mensaje de fondo en dicha comparación, incluye, entre otras cosas: ‘no confío en ti’, ‘no vales’, ‘no lo haces bien’, ‘no sirves’… ¿Qué sentías tú cuando te comparaban? En este sentido, las primeras y más fundamentales bases de la autoestima las construyen los padres, con sus modelos, palabras, acciones y sentimientos hacia sus hijos. Lamentablemente, la gran mayoría de las veces el balance aritmético entre lo positivo y lo negativo, que le dan a sus hijos, termina siendo altamente negativo y destructivo para la autoestima del niño. Y sí estas son las bases, ¿te imaginas el edificio que construirá?
Ciertamente, el principal factor que influye en la formación de la autoestima, es la valoración que le dan los padres a sus hijos, pero no es el único factor. Muchas de nuestras valoraciones son culturales y sociales, son aprendidas no solamente de nuestra familia, sino de todo el medio ambiente que nos rodea. Lo cual incluye a los vecinos, escuela, amigos, entre otros. Muchas veces estos son más destructivos que los mismos padres, o terminan reforzando los aprendizajes ya recibidos. A cuantos, los compañeros de colegio, les han puestos calificativos peyorativos como “gordo, bajito, vara de puyar locos, nariz de papa, cochinito, cuatro ojos” entre otros muchos otros. Y ni que decir de los aspectos físicos de la autoimagen: tu pelo, ojos, boca, nariz, manos, orejas, piernas, tus partes genitales. ¿Qué te decían a ti? El problema es que, la gran mayoría de estas descalificaciones, queda resonando dentro de nosotros toda la vida, reforzando cada día más las valoraciones negativas que hacemos de nosotros mismos continuamente. Lo peor de ello, es que no tenemos la capacidad de defendernos, ni de mis padres ni de nadie, porque estamos más acostumbrados a recibir valoraciones negativas de nosotros que positivas. Y una vez que las creemos y las consideramos que son verdad, aprendemos igualmente, a solamente fijarnos y percibir continuamente lo negativo en vez de lo positivo. Como lo dice la “ley de economía de caricias”: “NO rechaces las caricias negativas de los otros” (Berne, Análisis Transaccional, s/r). Por otra parte, Goethe nos recuerda: “lo peor que puede ocurrir al hombre es llegar a pensar mal de sí mismo” (s/r). ¿Qué piensas tú de ti mismo? El planteamiento asociado a esto, no es lo que mis padres me hicieron, sino, peor aún, ¿Qué estoy haciendo yo todavía, que continuo valorándome negativamente a mí mismo en mi vida?
En el cuadro presentado hasta aquí, vemos al niño como la víctima. Y en cierta medida lo es. ¿Cómo defenderme de mis figuras parentales, cuando los necesito a ellos para vivir, para que me amen, para que me valoren y me enseñen a hacerlo conmigo mismo? Desde la perspectiva psicológica, el niño es responsable de sus propias decisiones emocionales, es él quién las decide. Por supuesto, como toda decisión, ésta se basa y se hace con la información que se tiene hasta el momento. Y sí mis figuras parentales me han dado solamente ‘información basura’, es indudable que mi decisión será equivalente a la basura recibida de ellos. Pero en fin, es mi decisión, no del otro. Esto es muy duro y difícil de aceptar, pero a su vez es la raíz del planteamiento de que, en toda relación, entre dos personas, la responsabilidad es 50% y 50%, no hay otra forma. Lo cual sustenta la base de mi filosofía: si yo me amo a mí mismo y me responsabilizo de mí, ¿Qué hago echándole la culpa al otro? Como para que lo pienses ¿no? La realidad es que hay personas que, con base en su autovaloración negativa, se castigan muy duramente, no se aman a sí mismas y, terminan lastimándose y menospreciándose constantemente, frente a los errores que cometen. Sencillamente han olvidado frases como “errar es de humanos”. Al no amarse no son capaces de perdonarse, ni de protegerse de sus propias autoagresiones, tanto físicas como verbales. Han perdido de vista una de las frase más usadas en el trabajo con la autoestima “TU ERES ÚNICO E IRREPETIBLE, NO EXISTE, NO HA EXISTIDO, NI EXISTIRÁ NADIE COMO TÚ”. De allí que muchos autores compartan la frase “No es bueno compararse con nadie, no eres ni mejor ni peor que nadie, simplemente eres diferente” (s/r). Por ejemplo: Carnegie, D. nos dice: “encuéntrate y sé tú mismo; recuerda que no hay nadie como tú” (s/r). Desde el punto de  vista del “amarme a mí mismo”, nadie es ni más ni menos que nadie, todos somos iguales. La verdad es que una de las bases de la dependencia emocional, se debe al hecho de que, una persona que no se valora a sí misma, se dedicará y, solamente creerá, que puede llenar su vacío con la valoración de otra persona. Lo interesante de esto, es que por lo general el otro está igual de vacío, de lo contrario, no se daría el proceso de dependencia. De dos carencias, no puedes sacar una llenura.
La verdad es que el niño no tiene forma de defenderse, sino que, por el contrario, necesita ser protegido, necesita amor incondicional y confianza en que se le ama por lo que es y por lo que hace. Está claro que todos sabemos las consecuencias de lo negativo que es definir una autoestima baja para mí mismo. Entonces, cuando lo que el niño recibe ‘en y de’  su ambiente es maltrato, lo culpabilizan, acusan, insultan, meten miedo, lo humillan, critican, desprecian, no le prestan atención, se burlan de él, lo descalifican, avergüenzan, le exigen cosas que no puede o no están dentro de sus capacidades, no le dejan tomar decisiones, lo comparan con otros, consideran que no sirve lo que hace porque no es perfecto,… Si todos lo están desvalorizando constantemente ¿Cómo pretenden que no decida una autoestima baja en semejantes condiciones valorativas?  Lo cierto es que, una baja autoestima garantiza, entre otras muchas cosas, sentir: angustia, dolor, indecisión, desánimo, pereza, vergüenza, tristeza, rencor, envidia, celos, depresiones, culpabilidad, miedos, pesimismo, impotencia, nos paraliza y nos lleva a renunciar, incapacidad, no valorar nada, no encontrar sentido a las cosas ni a la vida, egoísmo, inutilidad, sentirse poco importante, se queja de todo y no hace nada por remediarlo, frustrado, infeliz, rabioso, abandona los estudios, vida de pandillas, drogas, alcohol, prostitución, dependencias emocionales, ruptura e imposibilidad de una relación sana de pareja o de familia, maltrato a sus propios hijos… y pare de contar, porque no alcanzan las páginas para tantas consecuencias negativas de una autoestima baja. Para cambiar el enfoque hacia los positivo les dejo este pensamiento de G. Eliot: “Nunca es demasiado tarde para ser la persona que podrías haber sido” (s/r).
Vale ahora la pregunta: ¿Cómo hago para potenciar y lograr una autoestima positiva? Indudablemente, que la primera respuesta que te voy a dar es ‘Amate a ti mismo’. Pero, veamos algunos ingredientes de la receta de una autoestima positiva: Trata a cada uno de tus hijos como un ser humano único, diferente e irrepetible. Por ejemplo, en el salmo 139:14, David define algo asombroso: “¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien” (NTV). Lo que esto quiere decir es: ¡Yo soy una obra de Dios! ¡Yo soy MARAVILLOSO! Y si Dios te ha dado un hijo ¿Cómo no lo vas a considerar maravilloso? ¿Qué estás haciendo, contigo y con tus hijos? Además David pone el sello en la expresión “lo sé muy bien”. Otras cosas que puedes hacer son: Evitar comparaciones. Permitirles ser diferentes. Respetarlos. Permitirles tomar decisiones y que se hagan responsables de las mismas. Elogiarlos y animarlos. Reforzar y aprobar de ellos acciones positivas, comportamientos eficaces, esfuerzos seguidos de éxito para construir y sustentar la confianza en sí mismos. Hablarles y tratarles como si ya fueran verdaderos triunfadores, como si ya fueran lo que pueden llegar a ser. Confirmándoles que crees en ellos. Diciéndoles frases como: ‘Te aprecio hijo; yo creo en ti; sé que tú lo lograrás; estoy orgulloso de ti; yo sé que tú puedes hacerlo bien’ ¿Cómo te sentirías si tus padres te hubiesen tratado así? Para García, V. “Alguien con buena autoestima no necesita competir, no se compara, no envidia, no se justifica por todo lo que hace, no actúa como si pidiera perdón por existir, no cree que está molestando  o haciendo perder el tiempo a otros” (s/r).
La verdad es que, hasta que no empieces a creer en ti mismo no tendrás tu propia vida, porque mientras no lo hagas, estarás siguiendo las órdenes negativas de tus figuras parentales. De igual manera, de entre las muchas cosas que potencia una autoestima positiva se encuentran: Desarrollar nuestro potencial de triunfadores, fijar y cumplir metas, afrontar los problemas y resolverlos adecuadamente, asumir riesgos y salir triunfador, relacionarnos con otros sanamente, ser optimista, entusiasta, confiado, amistoso, independiente, tener un orgullo personal que se comparte con otros, ser responsable y asumir consecuencias, tener interés de relacionarse con los otros y compartir para el crecimiento mutuo, ser adaptable y flexible ante cualquier circunstancia de mi vida, proponer soluciones factibles y adecuadas, estar pendientes de los otros, compartir sus opiniones, ser asertivos,… Cuanto mayor sea la autoestima, mayor será la certeza de que merece la pena esforzarme por vivir mejor y ser feliz, porque cada nueva acción, cada nueva persona, tendrá garantizado el éxito y el bienestar emocional de saber que los has hecho bien. Ciertamente, la confianza en mí mismo me prepara para iniciar cosas nuevas y, lo más importante, salir triunfador en cada una de ellas. Porque el que se ama a sí mismo, se transforma en el director de su propia vida. Puedes creelo: ¡Todos somos parte de la creación de Dios; y todo lo que Dios creó es bueno y maravilloso!
            Finalmente, y sin ánimo de parecer repetitivo, todos los temas que involucran los procesos mentales y emocionales del Ser Humano, además de ser complejos (porque todos están integrados unos con otros), también levantan multitud de creencias contradictorias, ya que todos tenemos un poco de psicólogos. Particularmente en un tema como el de la autoestima, y más aún, cuando lo presento como ‘el resultado de amarme a mí mismo’. Creo que no hay paciente que no me haya preguntado ¿Cómo se hace eso de amarse a sí mismo? Bien, voy a dejar una promesa abierta: ¡se los respondo en otro artículo! Pero, para que no les quede el sabor amargo de tal respuesta, les voy a dar un abre boca con las indicaciones que da la Sra. Livingston, en su libro “Amate a ti mismo”. Estas son: Comprendete, Acéptate, Valórate, Respétate, Regocijate, Perdónate, Sé Paciente, Sé Honesto, No te desgates, No te perjudiques y, Vive por ti mismo. Por eso: te invito a que lo pongas en práctica, aprendas a amarte a ti mismo y verás que el resultado es una autoestima a prueba de todo y de todos.
            Mientras escribía este artículo me llegó el siguiente texto en un mensaje de Facebook (Psicología para niños y familia), se los copio para cerrar este artículo:
Ámate a ti mismo. Porque sólo cuandote amas a ti mismo, puedes verdaderamente amar a otra persona. Una buena manera de conseguir profundizar tu amor propio, es celebrando el amor de todas formas. Celebra el amor, por lo más pequeño y por lo más grande, por la persona en la calle o la persona a tu lado... no importa quién. Enamórate de todo y de todos. Celebra el amor, celebra el estar enamorado, entrégate al amor, no dejes que el miedo te lo impide.  Celebra la vida, celebra el amor. Te lo debes a ti mismo - y con ello crece tu amor propio, poco a poco, día tras día.
Referencias:
Una nota a las referencias: Una de las primeras cosas que aprendí en la UCV, mientras estudiaba Psicología, es respetar y valorar los derechos de autor, de cualquier texto utilizado para propósitos de referencia de lo que expongo, y así, no cometer plagio de las ideas de otros. Pero en el caso particular de este artículo, la mayoría de los materiales utilizados no tienen tal referencia, porque me han llegado de diferentes fuentes de internet, sin las respectivas referencias, por eso las expresiones (s/r), (s/f).
Congost, S. (s/f). Autoestima automática: cree en ti y alcanza tus metas, Ed. Planeta.
García, V. Autoestima. Artículo de Internet sin referencias
Sra. J. B. Livingston. (1972). Amate a ti mismo. Ed. Western Christian Foundation, inc. USA
Tyndale House Foundation. (2010). Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. USA

Tomado de http://jrafaelapoyopsike.blogspot.com/2015/08/autoestima-el-resultado-de-amarme-mi.html en 10 de enero de 2017.

La globalización ha muerto

Álvaro García Linera
 
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La globalización ya no representa más el paraíso deseado en el cual se depositan las esperanzas populares ni la realización del bienestar familiar anhelado. En la imagen, el presidente boliviano, Evo Morales, durante la entrega de un centro de rehabilitación para personas con discapacidad, en Punata, BoliviaFoto Xinhua
 
El desenfreno por un inminente mundo sin fronteras, la algarabía por la constante jibarización de los estados-nacionales en nombre de la libertad de empresa y la cuasi religiosa certidumbre de que la sociedad mundial terminaría de cohesionarse como un único espacio económico, financiero y cultural integrado, acaban de derrumbarse ante el enmudecido estupor de las élites globalófilas del planeta.
La renuncia de Gran Bretaña a continuar en la Unión Europea –el proyecto más importante de unificación estatal de los cien años recientes– y la victoria electoral de Trump –que enarboló las banderas de un regreso al proteccionismo económico, anunció la renuncia a tratados de libre comercio y prometió la construcción de mesopotámicas murallas fronterizas–, han aniquilado la mayor y más exitosa ilusión liberal de nuestros tiempos. Y que todo esto provenga de las dos naciones que hace 35 años atrás, enfundadas en sus corazas de guerra, anunciaran el advenimiento del libre comercio y la globalización como la inevitable redención de la humanidad, habla de un mundo que se ha invertido o, peor aún, que ha agotado las ilusiones que lo mantuvieron despierto durante un siglo.
La globalización como meta-relato, esto es, como horizonte político ideológico capaz de encauzar las esperanzas colectivas hacia un único destino que permitiera realizar todas las posibles expectativas de bienestar, ha estallado en mil pedazos. Y hoy no existe en su lugar nada mundial que articule esas expectativas comunes. Lo que se tiene es un repliegue atemorizado al interior de las fronteras y el retorno a un tipo de tribalismo político, alimentado por la ira xenofóbica, ante un mundo que ya no es el mundo de nadie.
La medida geopolítica del capitalismo
Quien inició el estudio de la dimensión geográfica del capitalismo fue Karl Marx. Su debate con el economista Friedrich List sobre el capitalismo nacional, en 1847, y sus reflexiones sobre el impacto del descubrimiento de las minas de oro de California en el comercio transpacífico con Asia, lo ubican como el primero y más acucioso investigador de los procesos de globalización económica del régimen capitalista. De hecho, su aporte no radica en la comprensión del carácter mundializado del comercio que comienza con la invasión europea a América, sino en la naturaleza planetariamente expansiva de la propia producción capitalista.
Las categorías de subsunción formal y subsunción real del proceso de trabajo al capital con las que Marx devela el automovimiento infinito del modo de producción capitalista, suponen la creciente subsunción de la fuerza de trabajo, el intelecto social y la tierra, a la lógica de la acumulación empresarial; es decir, la supeditación de las condiciones de existencia de todo el planeta a la valorización del capital. De ahí que en los primeros 350 años de su existencia, la medida geopolítica del capitalismo haya avanzado de las ciudades-Estado a la dimensión continental y haya pasado, en los pasados 150 años, a la medida geopolítica planetaria.
La globalización económica (material) es pues inherente al capitalismo. Su inicio se puede fechar 500 años atrás, a partir del cual habrá de tupirse, de manera fragmentada y contradictoria, aún mucho más.
Si seguimos los esquemas de Giovanni Arrighi, en su propuesta de ciclos sistémicos de acumulación capitalista a la cabeza de un Estado hegemónico: Génova (siglos XV-XVI), Países Bajos (siglo XVIII), Inglaterra (siglo XIX) y Estados Unidos (siglo XX), cada uno de estos hegemones vino acompañado de un nuevo tupimiento de la globalización (primero comercial, luego productiva, tecnológica, cognitiva y, finalmente, medio ambiental) y de una expansión territorial de las relaciones capitalistas. Sin embargo, lo que sí constituye un acontecimiento reciente al interior de esta globalización económica es su construcción como proyecto político-ideológico, esperanza o sentido común; es decir, como horizonte de época capaz de unificar las creencias políticas y expectativas morales de hombres y mujeres pertenecientes a todas las naciones del mundo.
El fin de la historia
La globalización como relato o ideología de época no tiene más de 35 años. Fue iniciada por los presidentes Ronald Reagan y Margaret Thatcher, liquidando el Estado de bienestar, privatizando las empresas estatales, anulando la fuerza sindical obrera y sustituyendo el proteccionismo del mercado interno por el libre mercado, elementos que habían caracterizado las relaciones económicas desde la crisis de 1929.
Cierto, fue un retorno amplificado a las reglas del liberalismo económico del siglo XIX, incluida la conexión en tiempo real de los mercados, el crecimiento del comercio en relación con el producto interno bruto (PIB) mundial y la importancia de los mercados financieros, que ya estuvieron presentes en ese entonces. Sin embargo, lo que sí diferenció esta fase del ciclo sistémico de la que prevaleció en el siglo XIX fue la ilusión colectiva de la globalización, su función ideológica legitimadora y su encumbramiento como supuesto destino natural y final de la humanidad.
Y aquellos que se afiliaron emotivamente a esa creencia del libre mercado como salvación final no fueron simplemente los gobernantes y partidos políticos conservadores, sino también los medios de comunicación, los centros universitarios, comentaristas y líderes sociales. El derrumbe de la Unión Soviética y el proceso de lo que Antonio Gramsci llamó transformismo ideológico de ex socialistas devenidos furibundos neoliberales, cerró el círculo de la victoria definitiva del neoliberalismo globalizador.
¡Claro! Si ante los ojos del mundo la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), que era considerada hasta entonces el referente alternativo al capitalismo de libre empresa, abdica de la pelea y se rinde ante la furia del libre mercado –y encima los combatientes por un mundo distinto, públicamente y de hinojos, abjuran de sus anteriores convicciones para proclamar la superioridad de la globalización frente al socialismo de Estado–, nos encontramos ante la constitución de una narrativa perfecta del destino natural e irreversible del mundo: el triunfo planetario de la libre empresa.
El enunciado del fin de la historia hegeliano con el que Francis Fukuyama caracterizó el espíritu del mundo, tenía todos los ingredientes de una ideología de época, de una profecía bíblica: su formulación como proyecto universal, su enfrentamiento contra otro proyecto universal demonizado (el comunismo), la victoria heroica (fin de la guerra fría) y la reconversión de los infieles.
La historia había llegado a su meta: la globalización neoliberal. Y, a partir de ese momento, sin adversarios antagónicos a enfrentar, la cuestión ya no era luchar por un mundo nuevo, sino simplemente ajustar, administrar y perfeccionar el mundo actual, pues no había alternativa frente a él. Por ello, ninguna lucha valía la pena estratégicamente, pues todo lo que se intentara hacer por cambiar de mundo terminaría finalmente rendido ante el destino inamovible de la humanidad, que era la globalización. Surgió entonces un conformismo pasivo que se apoderó de todas las sociedades, no sólo de las élites políticas y empresariales, sino también de amplios sectores sociales que se adhirieron moralmente a la narrativa dominante.
La historia sin fin ni destino
Hoy, cuando aún retumban los últimos petardos de la larga fiesta del fin de la historia, resulta que quien salió vencedor, la globalización neoliberal, ha fallecido dejando al mundo sin final ni horizonte victorioso; es decir, sin horizonte alguno. Donald Trump no es el verdugo de la ideología triunfalista de la libre empresa, sino el forense al que le toca oficializar un deceso clandestino.
Los primeros traspiés de la ideología de la globalización se hacen sentir a inicios de siglo XXI en América Latina, cuando obreros, plebeyos urbanos y rebeldes indígenas desoyen el mandato del fin de la lucha de clases y se coligan para tomar el poder del Estado. Combinan- do mayorías parlamentarias con acción de masas, los gobiernos progresistas y revolucionarios implementan una variedad de opciones posneoliberales, mostrando que el libre mercado es una perversión económica susceptible de ser remplazada por modos de gestión económica mucho más eficientes para reducir la pobreza, generar igualdad e impulsar crecimiento económico.
Con ello, el fin de la historia comienza a mostrarse como una singular estafa planetaria y de nuevo la rueda de la historia –con sus inagotables contradicciones y opciones abiertas– se pone en marcha. Posteriormente, en 2009, en Estados Unidos, el hasta entonces vilipendiado Estado, que había sido objeto de escarnio por ser considerado una traba a la libre empresa, es jalado de la manga por Barack Obama para estatizar parcialmente la banca y sacar de la quiebra a los banqueros privados. El eficienticismo empresarial, columna vertebral del desmantelamiento estatal neoliberal, queda así reducido a polvo frente a su incompetencia para administrar los ahorros de los ciudadanos.
Luego viene la ralentización de la economía mundial, pero en particular del comercio de exportaciones. Durante los 20 años recientes, éste crece al doble del producto interno bruto (PIB) anual mundial, pero a partir de 2012 apenas alcanza a igualar el crecimiento de este último, y ya en 2015 es incluso menor, con lo que la liberalización de los mercados ya no se constituye más en el motor de la economía planetaria ni en la prueba de la irresistibilidad de la utopía neoliberal.
Por último, los votantes ingleses y estadunideneses inclinan la balanza electoral en favor de un repliegue a estados proteccionistas –si es posible amurallados–, además de visibilizar un malestar ya planetario contra la devastación de las economías obreras y de clase media, ocasionado por el libre mercado planetario.
Hoy, la globalización ya no representa más el paraíso deseado en el cual se depositan las esperanzas populares ni la realización del bienestar familiar anhelado. Los mismos países y bases sociales que la enarbolaron décadas atrás, se han convertido en sus mayores detractores. Nos encontramos ante la muerte de una de las mayores estafas ideológicas de los siglos recientes.
Sin embargo, ninguna frustración social queda impune. Existe un costo moral que, en este momento, no alumbra alternativas inmediatas sino que –es el camino tortuoso de las cosas– las cierra, al menos temporalmente. Y es que a la muerte de la globalización como ilusión colectiva no se le contrapone la emergencia de una opción capaz de cautivar y encauzar la voluntad deseante y la esperanza movilizadora de los pueblos golpeados.
La globalización, como ideología política, triunfó sobre la derrota de la alternativa del socialismo de Estado; esto es, de la estatización de los medios de producción, el partido único y la economía planificada desde arriba. La caída del muro de Berlín, en 1989, escenifica esta capitulación. Entonces, en el imaginario planetario quedó una sola ruta, un solo destino mundial. Lo que ahora está pasando es que ese único destino triunfante también fallece. Es decir, la humanidad se queda sin destino, sin rumbo, sin certidumbre. Pero no es el fin de la historia –como pregonaban los neoliberales–, sino el fin del fin de la historia. Es la nada de la historia.
Lo que hoy queda en los países capitalistas es una inercia sin convicción que no seduce, un manojo decrépito de ilusiones marchitas y, en la pluma de los escribanos fosilizados, la añoranza de una globalización fallida que no alumbra más los destinos.
Entonces, con el socialismo de Estado derrotado y el neoliberalismo fallecido por suicidio, el mundo se queda sin horizonte, sin futuro, sin esperanza movilizadora. Es un tiempo de incertidumbre absoluta en el que, como bien intuía William Shakespeare, todo lo sólido se desvanece en el aire. Pero también por ello es un tiempo más fértil, porque no se tienen certezas heredadas a las cuales asirse para ordenar el mundo. Esas certezas hay que construirlas con las partículas caóticas de esta nube cósmica que deja tras suyo la muerte de las narrativas pasadas.
¿Cuál será el nuevo futuro movilizador de las pasiones sociales? Imposible saberlo. Todos los futuros son posibles a partir de la nada heredada. Lo común, lo comunitario, lo comunista es una de esas posibilidades que está anidada en la acción concreta de los seres humanos y en su imprescindible relación metabólica con la naturaleza.
En cualquier caso, no existe sociedad humana capaz de desprenderse de la esperanza. No existe ser humano que pueda prescindir de un horizonte, y hoy estamos compelidos a construir uno. Eso es lo común de los humanos y ese común es el que puede llevarnos a diseñar un nuevo destino distinto de este emergente capitalismo errático que acaba de perder la fe en sí mismo.

Tomado de  http://www.jornada.unam.mx/2016/12/28/opinion/013a1pol en 10 de enero de 2017.