El mito del Caribe y las “mamis ardientes”
T. no es de Venezuela. Vino a pasar unos meses. Ya a
punto de irse me cuenta que se queda con cierto hastío respecto a la
forma en cómo las mujeres venezolanas se relacionan: “Esperan ser
cortejadas, como si los hombres debiéramos ganarnos cualquier atención
que ellas nos den. Eso hace complicado lograr un encuentro sexual
casual. Al principio se muestran arrojadas, tienen acercamientos físicos
hasta osados, pero cuando uno quiere ir más allá se retractan o todo se
complica. Terminan siendo más conservadoras que las mujeres no
caribeñas”.
Hace un par de años, en la lectura del veredicto de un concurso venezolano de narrativa erótica, una muchacha del público pidió el derecho de palabra para hablar sobre la hipocresía de una sociedad venezolana que se jacta de sus libertades sexuales caribeñas pero que en su mayoría termina siendo bastante pacata.
Un par de entrevistados que han vivido en Venezuela varios años se “quejan” de lo mismo: “Está esa premisa de la sangre y el cuerpo caliente del ser caribeño. Las mujeres actúan con provocación a veces, como si no se complicaran por lo sexual, pero después de que sucede esperan más, o se lo toman todo a pecho y quieren que algo superficial se vuelva más serio”.
Hace un par de años, en la lectura del veredicto de un concurso venezolano de narrativa erótica, una muchacha del público pidió el derecho de palabra para hablar sobre la hipocresía de una sociedad venezolana que se jacta de sus libertades sexuales caribeñas pero que en su mayoría termina siendo bastante pacata.
Un par de entrevistados que han vivido en Venezuela varios años se “quejan” de lo mismo: “Está esa premisa de la sangre y el cuerpo caliente del ser caribeño. Las mujeres actúan con provocación a veces, como si no se complicaran por lo sexual, pero después de que sucede esperan más, o se lo toman todo a pecho y quieren que algo superficial se vuelva más serio”.
Ninfómanas y vírgenes. No hay términos medios
¿De dónde provienen los estereotipos de
las mujeres caribeñas y su “libertad sexual”? ¿A qué se deben estas
construcciones culturales y raciales del género? ¿Desde dónde se
mantiene la idea de la “mami negra”, la “latina ardiente” y su
contraparte criticada, la “virgen abnegada” o “dulce María”? Yosjuan
Piña Narváez (“erchxs”), activista que ha investigado sobre los procesos
de opresión y colonización de los cuerpos y disidencias sexuales,
explica: “Todo pasa por la construcción de estxs cuerpxs otrxs bajo la
mirada blanca durante el proceso colonial. Es decir, nosotrxs, cuerpxs
disidentes, negrxs, indixs, etnoracializadxs, fuimos construidos primero
desde la animalidad, luego desde lo ‘extraño’ lo ‘raro’, lo exótico.
Mientras que el centro de la ‘normalidad’, de las ‘corporalidades’, es
el cuerpo blanco, norte-europeo, delgado, joven o juvenilizado y sin
diversidad funcional que lo aleje del plano de la ‘normalidad’”. Piña
Narváez señala que los cuerpos caribeños (“cuerpos otros”),
formaron/forman parte del deseo de los cuerpos hegemónicos “quienes se
encargaron de apropiar, intervenir, violar, erotizar ‘lo extraño’,
exotizar lo ‘raro’. Ero-exotizarnos a lxs cuerpxs racializadxs como
cuerpxs consumibles, devorables, extraíbles, intercambiables.” Esta
“exotización” no se limitó a la mirada blanca/europea, se extendió por
toda América Latina, creando la imagen de una población caribeña
hipersexual, de tropicals bombshells (bombas tropicales
sexuales). Caló en los imaginarios de las propias identidades del
Caribe, que se manejan entre la dicotomía de seguir imitando los
estereotipos coloniales impuestos como caribeñas picantes o como santas
Marías.
Justamente entre los argumentos
manifestados al principio de este texto se resalta la incomodidad del
comportamiento de las mujeres entre el binarismo de la “latina hot” y la
“dama católica”. Desde estos estereotipos se culpa y señalan las formas
en que las mujeres caribeñas asumen su sexualidad. Carolina
Serrano-Barquín y Patricia Zarza-Delgado, en su trabajo El erotismo como consumo cultural que evidencia violencia simbólica,
plantean: “En el imaginario masculino de dominación surgieron dos
míticos personajes femeninos: una, la voluptuosa, seductora y ninfómana,
o la otra; la casta, fiel y sumisa virgen que sólo sirve para la
procreación, mientras que el imaginario de lo femenino está plagado de
historias que demuestran la peligrosidad de ese animal incontenible que
ha representado la mujer, ya sea demoníaca o virtuosa, a lo largo de la
historia y que, según esta tradición, a las mujeres hay que encerrarlas,
esconderlas, atosigar con prejuicios, ascos y pudores; extrañarlas de
sus cuerpos”.
No siempre tengo las piernas abiertas. No siempre quiero solo sexo
A la vez hay un elemento a tomar en
cuenta: “Si bien la sensualidad está muy ligada a la seducción, no
necesariamente implica una práctica sexual”, explican las autoras. Esta
aclaratoria es pertinente cuando se asumen las manifestaciones
corporales de las mujeres, y sus expresiones de deseo, como una
inmediata invitación al sexo. Cuando la mujer aclara y se niega a
acceder a un acto más íntimo es señalada como “calientona”, pacata, no
se reconoce su derecho a negarse, ni su construcción y manifestación del
deseo. Y si accede pero manifiesta la pretensión de profundizar en otro
tipo de relación más continua, es tildada de enrollada, complicada.
Queda sujeta al rechazo de un policía moral, comenta Piña Narváez: “Este
policía moral te dice que no eres lo suficientemente progre y liberal, y
que yo, hombre, soy quien te va a decir cómo vas a hacer la revolución
sexual, el que trae el patrón de la liberación sexual, la franquicia
colonizadora de la sexualidad que nosotras, sudakas, debemos acatar
porque somos mojigatas”.
Antonia Domínguez Miguela en la investigación Esa imagen que en mi espejo se detiene: la herencia femenina en la narrativa de latinas en EE.UU,
habla de valores culturales, modelos y roles asfixiantes y difíciles de
combatir debido a su larga permanencia, y que ejercen presión sobre los
comportamientos de la mujer dentro de la cultura latina: “Son creados
por el sistema patriarcal para controlar el comportamiento social y
familiar de la mujer que es automáticamente condenada al ostracismo y
rechazo general si no sigue los modelos clasificados como positivos y
deseables por la comunidad patriarcal”. Es el deber de demostrar que
efectivamente tenemos un deseo sexual a flor de piel, pero la obligación
de comportarnos con decoro: caliente pero no puta.
Luchar por tumbar el mito
El desconocimiento de la cultura
caribeña, la xenofobia y el racismo refuerzan los prejuicios sobre los
cuerpos y deseos, y perpetúan la dominación y colonización. Hay que
soltar las nociones de un Caribe/ paraíso tropical para el turismo
sexual, y de caribeñas que no saben lo que quieren pero deberían ceder a
sus “instintos naturales” que supuestamente las diferencian de las
anglosajonas. Estas lecturas llevan a bordes peligrosos: “Lxs cuerpxs
negrxs, indios son aún la base para la extracción de capital monetario,
simbólico, capital afectivo en la economía de cuidados y en la economía
de los placeres y deseos: en la dimensión de los deseos se junta con el
imaginario esa imagen de las feminidades afrolatinas, caribeñas, como
cuerpos hipersexualizados reggaetoneras, salseras, bachateras. Mujer
negra con frutas en la cabeza, “sexy”, a quienes se le demanda
hipersensualidad”, comenta Piña Narváez.
Nuestras posibilidades están en
identificar estas imposiciones culturales, no seguir perpetuando estos
mitos, no seguir interiorizando las ideas de mujeres putas, santas,
buenas y malas, que no solo favorecen la dominación de nuestras
sexualidades, sino que según expone Domínguez Miguela: “favorecen el
enfrentamiento de mujeres de diferentes generaciones, contribuyendo
decisivamente a la distorsión de las relaciones femeninas más fuertes”.
KC
Tomado de https://www.vtactual.com/es/el-mito-del-caribe-y-las-mamis-ardientes/ en 11 de enero de 2017.
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