…Recoger las principales definiciones que
se han dado de la ciencia (en el sentido de ciencia natural). "Estudio de
los fenómenos y de sus leyes de semejanza (regularidad), de coexistencia
(coordinación), de sucesión (causalidad)". Otras tendencias, teniendo en
cuenta la cómoda ordenación que la ciencia establece entre los fenómenos para
poder ponerlos mejor bajo el dominio del pensamiento y según los fines de la
acción, definen la ciencia como "la descripción más económica de la
realidad".
La cuestión más importante que hay que
resolver a propósito del concepto de ciencia es ésta: si la ciencia puede dar,
y de qué modo la "certeza" de la existencia objetiva de la llamada
realidad externa. Para el sentido común, la cuestión no se plantea siquiera;
pero, ¿de dónde nace la certeza del sentido común? Esencialmente de la religión
(del cristianismo, al menos, en Occidente); pero la religión es una ideología,
la ideología más arraigada y difundida, no una prueba o una demostración. Puede
sostenerse que es un error pedir a la ciencia como tal la prueba de la
objetividad de lo real, puesto que esa objetividad es una concepción del mundo,
una filosofía, y no puede ser un dato científico. ¿Qué puede dar la ciencia en
ese sentido? La ciencia selecciona las sensaciones, los elementos primordiales
del conocimiento: considera ciertas sensaciones como transitorias, como
aparentes, como falaces, porque dependen de especiales condiciones
individuales, y otras como duraderas, permanentes, superiores a las condiciones
especiales individuales.
El trabajo científico tiene dos aspectos
principales: uno que rectifica incesantemente el modo del conocimiento,
rectifica y refuerza los órganos de las sensaciones, elabora principios nuevos
y complejos de inducción y deducción, o sea, afina los instrumentos mismos de
la experiencia y de su control, y otro que aplica ese complejo instrumental (de
instrumentos materiales y mentales) para distinguir los elementos necesarios de
las sensaciones de los que son arbitrarios, individuales, transitorios. Así se
establece lo que es común a todos los hombres, lo que todos los hombres pueden
controlar del mismo modo, independientemente unos de otros, siempre que
observen por igual las condiciones técnicas de comprobación.
"Objetivo" significa precisamente y exclusivamente esto: que se
afirma objetivo, realidad objetiva, aquello que se comprueba por todos los hombres,
aquello que es independiente de todo punto de vista meramente particular o de
grupo.
Pero, en el fondo, también ésa es una
particular concepción del mundo, una ideología. No obstante, esta concepción,
en su conjunto y por la orientación que señala, puede ser aceptada por la
filosofía de la práctica, mientras ésta tiene que rechazar la del sentido
común, a pesar de que la conclusión material sea la misma. El sentido común
afirma la objetividad de lo real en cuanto la realidad, el mundo, ha sido
creado por Dios independientemente del hombre, antes que el hombre; por tanto,
esa objetividad es expresión de la concepción mitológica del mundo; por otra
parte, el sentido común cae en los errores más groseros al describir esa
objetividad; el sentido común está aún en gran parte detenido en la fase de la
astronomía ptolemaica, no sabe distinguir los nexos reales de causa y efecto,
etcétera, o sea, afirma corno "objetiva" una determinada
"subjetividad" anacrónica porque no sabe siquiera concebir la existencia
de una concepción subjetiva del mundo, ni tampoco esta mera noción.
Pero ¿es "objetivamente"
verdadero todo lo que afirma la ciencia? ¿De modo definitivo? Si las verdades
científicas fueran definitivas, la ciencia dejaría de existir como tal, como
investigación, como experimento nuevo, y la actividad científica se reduciría a
una divulgación de lo ya descubierto. Lo cual, por suerte, no es verdad en la
ciencia. Pero si tampoco las verdades científicas son definitivas y
perentorias, entonces la ciencia misma es una categoría histórica, un
movimiento en desarrollo continuo. Sólo que la ciencia no postula forma alguna
de "incognoscible" metafísico, sino que reduce lo no conocido por el
hombre a un "no-conocimiento" empírico que no excluye la cognoscibilidad,
sino que la condiciona simplemente al desarrollo de los instrumentos físicos y
al desarrollo de la inteligencia histórica de los diversos científicos.
Si ésa es la situación, entonces lo que
interesa a la ciencia no es tanto la objetividad de lo real cuanto el hombre que
elabora sus métodos de investigación, que rectifica continuamente sus
instrumentos materiales reforzadores de los órganos de los sentidos y sus
instrumentos lógicos (incluida la matemática) de discriminación y averiguación,
o sea, la cultura, o sea, la concepción del mundo, o sea, la relación entre el
hombre y la realidad por la mediación de la tecnología. Buscar la realidad
fuera de los hombres, entendiendo esto en sentido religioso o metafísico,
resulta ser, también en la ciencia, una mera paradoja. ¿Qué significaría, sin
el hombre, la realidad del universo? Toda la ciencia está vinculada a las
necesidades, a la vida, a la actividad del hombre. Sin la actividad del hombre,
creadora de todos los valores, incluidos los científicos, ¿qué sería la
"objetividad"? Un caos, o sea, nada, el vacío, si así puede decirse,
porque realmente si se imagina que no existe el hombre, no se puede imaginar ni
la lengua ni el pensamiento. Para la filosofía de la práctica el ser no puede
separarse del pensamiento, el hombre de la naturaleza, la actividad de la
materia, el sujeto del objeto; si se practica esa separación se cae en una de
tantas formas de religión o en la abstracción sin sentido.
Poner la ciencia en la base de la vida,
hacer de la ciencia la concepción del mundo por excelencia, la que disipa las
nieblas de todas las ilusiones ideológicas, la que pone al hombre ante la
realidad tal como ésta es, significa recaer en la idea de que la filosofía de
la práctica necesita bases filosóficas fuera de sí misma. Pero, en realidad,
también la ciencia es una superestructura, una ideología. ¿Puede afirmarse, sin
embargo, que en el estudio de las superestructuras la ciencia ocupa una
posición privilegiada, por el hecho de que su reacción sobre la estructura
tiene un carácter particular, de mayor extensión y continuidad de desarrollo,
especialmente a partir del siglo XVIII, desde que la ciencia ha conseguido una
posición separada en la estimación general? Que la ciencia es una
superestructura se prueba por el hecho (entre otros) de que ha tenido períodos
de entero eclipse, por quedar oscurecida por otra ideología dominante, la
religión, que afirmaba haber absorbido la ciencia; por eso la ciencia y la
técnica de los árabes parecían a los cristianos brujería pura. Además: la
ciencia misma, pese a todos los esfuerzos de los científicos, no se presenta
nunca como una nuda noción objetiva; aparece siempre revestida por una
ideología, y es concretamente ciencia la unión del hecho objetivo con una
hipótesis o un sistema de hipótesis que superan el mero hecho objetivo. Es
verdad, sin embargo, que en este campo resulta relativamente fácil distinguir
entre la noción objetiva y el sistema de hipótesis, mediante un proceso de
abstracción que se encuentra en la misma metodología científica, de modo que es
posible acoger la una y rechazar el otro. Por eso un grupo social puede hacer
suya la ciencia de otro grupo sin aceptar su ideología (la ideología vulgar de
la evolución, por ejemplo), razón por la cual caen las observaciones de
Missiroli (y de Sorel) al respecto.
Hay que observar que junto al entusiasmo
más superficial por las ciencias existe en realidad la mayor ignorancia de los
hechos y de los métodos científicos, cosas muy difíciles y que lo son cada vez
más por la progresiva especialización de nuevas ramas de investigación. La
superstición científica lleva consigo ilusiones tan ridículas y concepciones
tan infantiles que la misma superstición religiosa queda ennoblecida. El
progreso científico ha dado nacimiento a la creencia en y a la espera de un
nuevo Mesías que realizará en esta tierra el País de Jauja; las fuerzas de la
naturaleza, sin intervención alguna de la fatiga humana, sino por obra de
mecanismos cada vez más perfeccionados, darán abundantemente a la sociedad todo
lo necesario para satisfacer sus necesidades y vivir cómodamente. Contra esta
vanidad cuyos peligros son evidentes (la supersticiosa fe abstracta en la
capacidad taumatúrgica del hombre lleva paradójicamente a esterilizar las bases
mismas de esa fuerza y a destruir todo amor al trabajo concreto y necesario,
para dedicarse a fantasear, como si se hubiera fumado una nueva especie de
opio), hay que poner en obra varios medios, el más importante de los cuales
tendría que ser un conocimiento mejor de las nociones científicas esenciales,
divulgando la ciencia por obra de científicos y estudiosos serios, y no por
medio de periodistas omniscientes y autodidactas presuntuosos. En realidad,
como se espera demasiado de la ciencia, se la concibe como una especie de
brujería superior, y por eso no se consigue valorar con realismo lo que la
ciencia ofrece concretamente.
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